Jehová es mi pronto auxilio en la tribulación y quien levanta mi cabeza. Por eso no tengo por qué atemorizarme, pues el León de Judá me cubre con Su Manto de protección.
El enemigo siempre va a querer hacerle la guerra a los hijos de Dios mandando diablitos y obstáculos para degradarte y hablar mal de ti. No les haga caso solo ora por tus enemigos, bendícelos y del resto, Dios se encargará. La guerra no es tuya, sino de Dios, Él defiende tus pleitos, Él pelea por ti. Yo sé que mi Redentor vive y está en mi corazón.
“Ninguna arma forjada contra ti prosperará, y condenarás toda lengua que se levante contra ti en juicio. Esta es la herencia de los siervos de Jehová, y su salvación de mí vendrá, dijo Jehová” (Isaías 54:17).
El Salmista David también pasó por situaciones donde personas muy cerca de él a quienes él creía que eran amigos, le dieron la espalda y hablaron mal de él. En sus momentos íntimos con el Señor clamó a Dios buscando Su protección escribiendo este salmo:
“Escucha, oh Dios, mi oración, y no te escondas de mi súplica. Está atento, y respóndeme; clamo en mi oración, y me conmuevo, a causa de la voz del enemigo, por la opresión del impío; porque sobre mí echaron iniquidad, y con furor me persiguen.
Mi corazón está dolorido dentro de mí, y terrores de muerte sobre mí han caído. Temor y temblor vinieron sobre mí, y terror me ha cubierto. Y dije: !!Quién me diese alas como de paloma! volaría yo, y descansaría. Ciertamente huiría lejos; moraría en el desierto. Selah
Me apresuraría a escapar del viento borrascoso, de la tempestad. Destrúyelos, oh Señor; confunde la lengua de ellos; porque he visto violencia y rencilla en la ciudad.
Día y noche la rodean sobre sus muros, e iniquidad y trabajo hay en medio de ella. Maldad hay en medio de ella, y el fraude y el engaño no se apartan de sus plazas. Porque no me afrentó un enemigo, lo cual habría soportado; ni se alzó contra mí el que me aborrecía, porque me hubiera ocultado de él; sino tú, hombre, al parecer íntimo mío, mi guía, y mi familiar; que juntos comunicábamos dulcemente los secretos, y andábamos en amistad en la casa de Dios. Que la muerte les sorprenda; desciendan vivos al Seol, porque hay maldades en sus moradas, en medio de ellos.
En cuanto a mí, a Dios clamaré; y Jehová me salvará. Tarde y mañana y a mediodía oraré y clamaré, y él oirá mi voz. El redimirá en paz mi alma de la guerra contra mí, aunque contra mí haya muchos. Dios oirá, y los quebrantará luego, el que permanece desde la antigüedad;
Por cuanto no cambian, ni temen a Dios. Selah
Extendió el inicuo sus manos contra los que estaban en paz con él; violó su pacto. Los dichos de su boca son más blandos que mantequilla, pero guerra hay en su corazón; suaviza sus palabras más que el aceite, mas ellas son espadas desnudas. Echa sobre Jehová tu carga, y él te sustentará; no dejará para siempre caído al justo. Mas tú, oh Dios, harás descender aquéllos al pozo de perdición. Los hombres sanguinarios y engañadores no llegarán a la mitad de sus días; pero yo en ti confiaré” (Salmos 55:1-23).
“Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros, que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos” (2 Corintios 4:7-9).
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